Consumo de contenidos en un mundo en aislamiento
Desde que vivimos con la necesidad imperante de mantener las distancias y promover el aislamiento (como una forma de garantizar la salud pública) las inmediatas repercusiones en nuestros hábitos de consumo de contenidos han aumentado exponencialmente.
¿Significa esto que la calidad del contenido que consumimos es mejor ahora?
¿O es peor porque nos da lo mismo?
No es ningún misterio que plataformas como TikTok han irrumpido con fuerza como el mejor medio para transmitir un mensaje breve y conciso. YouTube ha visto como los canales de particulares han incrementado sus visitas, y de la noche a la mañana, incluso quiénes no lo pretendían, se han convertido en YouTubers.
Por otro lado el microblogging ha seguido su curso natural, desarrollando nuevas estrategias de interés, simplemente a través de la prueba y el error. Twitter complementa su inmediatez con hilos de información periódica y otras iteraciones en el user experience que pretende competir con otras plataformas. Facebook poco a poco se está convirtiendo en un reducto de fanáticos y clickbait residual. Instagram mantiene su relevancia a pesar de incrementar un aura de ficción, teatralidad y manierismos que siguen inflando la burbuja influencer.
En mi opinión, el medio que para sorpresa de muchos, ha despertado, luego de un “largo silencio”, viene de las plataformas que ofrecen contenido de audio. Por supuesto la música siempre ha sido la compañía perfecta para cualquier actividad productiva o de ocio, pero ahora más, en un escenario de pandemia, cuando las personas intentan transformar la monotonía de sus día a día, agregando algo que puedan escuchar; música (en una amplia selección) y la alternativa más llamativa últimamente, los podcasts.
Miles y miles de expertos o no expertos, con guión o sin el, periodistas profesionales o amateurs, se han convertido en la voz que quieren escuchar muchas personas de forma periódica ante la imposibilidad de realizar actividades donde la conversación fue tan común e indispensable, como pasa en los lugares de reunión públicos. Pero además, es una manera en la que ha irrumpido un producto muy similar a un audio libro, en una época y en una cultura en la que el tiempo destinado para dedicar a un contenido escrito, como: libros, manuales, textos pedagógicos, etc. se percibe cada vez más como una actividad costosa, porque simplemente “no queremos perder tiempo”.
Un texto como el que estas leyendo ahora, a pesar de ser relativamente breve, necesita un tiempo de redacción, revisión, corrección y aunque me respaldara en Inteligencia Artificial, seguiría estando sujeto a muchas variantes que un tiempo eficientemente cronometrado ya no puede garantizar.
Un artículo se ve como una simple pieza de consumo, digerible y desechable, al que, dependiendo del sistema operativo que estes usando ahora, podrías perfectamente escuchar, en vez de leer.
Incluso un fenomeno más reciente, más relacionado con social media que con la publicación de contenidos, se ha hecho notar. ClubHouse, una plataforma a la que se accede solo por invitación para hacer charlas de audio entre varias personas. Un ejemplo de que la tradición de divulgación de conocimiento oralmente aún es un pilar fundamental de nuestra sociedad
También han aparecido publicaciones escritas basadas en la tecnología GPT-3, que es un modelo de lenguaje auto-regresivo que emplea deep learning para producir textos que simulan la redacción humana. ¿Que significa esto para el periodismo o para la literatura en general? Tal vez simplemente es más eficiente, como nos exige Silicon Valley constantemente. Tal vez es el principio del post-periodismo, o la post-literatura en la que no existirá diferencia entre el porcentaje del aporte humano a una idea o su post-fabricación.
Es posible que pronto la misma negociación que hacemos con nuestros feedback loops, no nos permita poner la suficiente atención a lo que consumimos. Posiblemente porque cada vez más asociamos el consumo de contenidos de calidad con pérdida de tiempo y el consumo de contenido desechable como una actividad inocua pero eficiente para nuestra actividad social online.
Es inquietante pensar que tal como ha pasado con el periodismo, el mismo algoritmo que ha beneficiado el amanecer de la post-verdad, terminará afectando de una manera u otra otra la información que respalda nuestra seguridad, nuestro sentido de cohesión social, simplemente porque una narrativa diferente que influye en nuestra percepción de los contenidos se está auto-generando, definiendo nuevas maneras de entender la creatividad y sin hacer distinción entre lo que nos gusta y lo que es real.